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La mateada

Qué alegría saber que estás en camino

Tu viejo nunca me contó nada en forma directa sino que siempre disparó las cosas como al azar, suponiendo que yo conocía los datos previos: para contarme que se casaba me habló del lugar donde sería la fiesta o para decirme que se compró uno de los primeros celulares con tecnología GSM (si, ya se, reíte tranquilo: ¡qué antigüedad la tecnología GSM!!!) me pidió que lo llamara para ver cómo debía agendar el número, de acuerdo a cómo le aparecía en la pantalla del celular: así me dijo “me caso” o, fanático de la tecnología, “compré el último fono”.
Tu madre siempre habla fuerte, como enojada con el mundo pero te juro que es sólo su manera de ser; ella siempre me hace pata, coincide conmigo, para bardear (de hacer bardo, quilombo, ruido, gastadas, molestias, así decimos en estos tiempos) a Guillermo porque él siempre anda con ideas extrañas y siempre, si, siempre, tiene que dar la nota.
Hace una semana, como de casualidad, en una esquina cualquiera que nos juntó una tarde mientras yo daba vueltas por el centro, Guillermo se apareció de pronto y entre pitos y flautas (otra expresión eterna), dijo algo así como que no podía gastar porque tenía que guardar “guita” para mantener a su hijo.
Yo lo conozco. Se que es un juego. Siempre supe que es su manera de compartir, de decir, en otras palabras, lo que quisiera expresar a los gritos y en medio de abrazos y saltos y empujones pero no, eso no: mantiene la compostura y te lo dice como al pasar.
Así, hace sólo una semana, me enteré que Maru y Guille serán padres y que vos estabas en camino. Y me emocioné.
Desde ese mismo momento tuve la idea de escribirte, de contarte algunas cosas sobre tus viejos y la emoción que me produjo esta noticia. Con Guillermo reí y lo felicité mientras por dentro, la emoción trataba de aflojar las lágrimas.
Te buscaron. Estaban en eso desde hace tiempo y de la manera en que los conozco, se lo que habrán sentido, aunque no revolearon nada ni se pusieron a bailar en bolas en medio de la calle. Me tragué las lágrimas y lo miré a los ojos: él estaba como si nada, contento si, pero como si tuviera todo bajo control. Sus ojos, los mismos que miro desde hace más de veinte años y que no me mienten, tampoco mintieron esta vez: estaba contento y su alegría tenía también la alegría de María Eugenia, a quien también la imagino eufórica mientras conservan la calma. Los dos.
Esta forma indirecta de comenzar esta carta, como si nada, como al pasar, es la misma manera que utiliza Guillermo para contarme las cosas: esta es tu primera carta o escrito electrónico (vaya a saber cómo se llamará cuando puedas leer y comprender esto) que te escribo para que conozcas algunas cosas de tus viejos. Esta carta, a pocos días de la noticia de tu futuro nacimiento, me llena de mucha emoción por ellos (a quienes conozco) y por vos (a quien no logro imaginar).
Todavía falta todo: la panza, el nacimiento, los llantos, las risas, las morisquetas, ¡las boludeces que te van a poner!, los primeros pasos, los golpes, el “mamama” y el “papapa” hasta que te salga “mamᔠy que te salga “papᔅ
Faltan, y me río por ello, las discusiones cuando no se pongan de acuerdo por permitirte o no permitirte, por dejarte o no dejarte, por si verde, si azul, si negro, si blanco…
Si lo estás leyendo, sabés bien de qué se trata. Ahora que lo escribo, la emoción deja lugar a la sonrisa y trato, imagino, me esfuerzo, dónde estarás leyendo esto, a quiénes le vas a mostrar, con quién te vas a burlar primero de las “huevadas” (así llamamos también a las cosas sin importancia) que te escribieron una vez, hace tanto tiempo y que en algún momento, cuando seas más grande, te parecerán más importante.
Te das cuenta, falta todo, pero también ya somos muchos los que al saber que estás en camino, te sentimos entre nosotros y nos morimos de ganas de tenerte en los brazos mientras tus manitas se aferrarán a nuestros dedos que parecerán enormes y te sentirás protegido, porque estarás protegido entre quienes ya están aprendiendo a quererte y a quienes te querrán después.
Hoy quiero que sepas que los que sabemos que estás viviendo, todos los que lo sabemos, tenemos una alegría enorme.
La noticia de tu nacimiento me emocionó muchísimo y pensé en escribirte este post para comenzar a darte la bienvenida. También ya estoy seleccionando algunas cosas que te quiero contar de tus viejos pero eso lo vamos a hablar personalmente: algunas, con un mate de por medio y otras, cuando puedas compartir un vino.
Hasta tanto, todos te vamos disfrutando. Y vos y yo, nos estamos viendo un día de estos (hoy es viernes 13 de agosto de 2004).

2 comentarios

Corina -

Gracias a Dios que tengo un amigo (que no lo veo mucho pero sabe que siempre lo recuerdo) que tiene tan buenos sentimientos y cree en la amistad.

Maria Eugenia -

Gracias!!!! por compartir con nosotros este momento, de una manera muy especial....