Blogia
La mateada

"Nunca pensé..., pero me permito"

Es una mujer hecha y derecha, trabajadora, callada. Se pasa casi todo el día ocupada con actividades alternativas para ayudar a mantener el hogar. Un hijo en la facultad y uno o dos más todavía en la secundaria demandan mucho dinero y los dos sueldos de la casa no alcanzan de mucho.
El primer mate estaba espumante y sobre la mesa había un plato con galletitas sobre un mantel de lienzo pintado con frutas de la zona. Esta nerviosa pero decidida. "Siempre tuve miedo de dañar a alguien", disparó ante el único extraño que conocería la historia. "Esto se dio, no lo busqué...", agregó otra vez casi en tono de excusa. Hacía tiempo cebando y tomando mate, uno tras otro, sin pasarlo. Sonrió. Levantó la vista y comenzó a contar, desde el principio, pero en forma desordenada.
"Estoy enamorada de un chico mucho menor que yo... y te decía, que tengo miedo de dañar a alguien, a este chico, a mis hijos, incluso a mi marido... No me parece importante la edad sino que nos queremos; la forma en que vivimos esto, las cosas que tenemos que hacer para vernos... lo divertido que termina siendo esta situación en medio de un cuadro sumamete patético si lo mirás de afuera: la veterana y el pendejo. Hay veces que la situación es confusa porque yo no busqué esta situación sino que se terminó dando. El es amigo de mi hijo, es un poquito más grande que mi hijo mayor pero comenzó a venir a casa porque son amigos...". Hacía menos de cinco minutos que se habían sentado a hablar y el mate ya estaba lavado, la yerba batida y un par de galletitas en la mesa hechas polvo, por la presión de unos dedos nerviosos que no sabían dónde posarse.
"Esto es un amor prohibido. ¿Sabés las veces que me imaginé que todo se hacía público y que me iba con él...?, pero no lo haría nunca. Estoy conciente de mi lugar en esta comunidad, de mi posición de mujer casada. Se que la diferencia de años está presente y que un día, dentro de poco o dentro de mucho, él va a encontrar a una chica de su edad con quien formar una familia...", dijo una mujer madura, nerviosa y enamorada mientras sus ojos buscaban aceptación.
"¿Alguien conoce esta situación...?", fue parte de una pregunta interrumpida con un contundente "No. No. Nadie. Te juro que nadie", antes de dar paso a otro gesto, entre tantos, de reconocimiento: "el, a pesar de su edad, no se lo contó a nadie y eso me sorprende. Dice que quiere protegerme... Yo lo amo..., creo que lo voy a amar siempre".
"Nosotros no tenemos problemas con la edad..., aunque al principio eso me frenaba..., no podía engancharme con un chico menor, pero me hace sentir vida... me hace sentir querida... Hay veces que quiero que todo se sepa, otras que nunca haya pasado..., hay veces que solo pienso en cuánto me voy a divertir la próxima vez que estemos juntos. Me asusta cuando lo veo salir con mi hijo..., son muy compinches y muchas veces imagino que en esas salidas, se pasan con los tragos y le termina contando. Eso me angustia.
Pasó casi una hora de charla. Hubo detalles de la relación, situaciones divertidas de mentiras y encuentros, lágrimas y risas. Hubo una serie interminable de autorreproches y de "esto me permito"; hubo reflexión: "no daño a nadie, solo acepté vivir la porción de felicidad que me tocó en suerte".
Entre tantas palabras, en medio de enfrentarse por primera vez a una historia sobre la que no hay que hablar, esta mujer segura y tranquila, esta persona enamorada dijo que sentía que si su historia tomaba estado público con nombres y apellidos, en una sociedad como la de estos publos pequeños sería tan escandalosa como los escándalos que provocaban los romances entre una mujer blanca y un hombre negro en los Estados Unidos de hace un siglo.
Pero decidió vivir lo que le toca, pensando en si alguna vez todo esto sería diferente. En por qué sucedió. E que habría pasado si no se animaba nunca.

De leyenda, de amor y de juegos
Dice un cuento que todas las emociones y los sentimientos jugaban al juego de las escondidas. Le tocó a La Locura contar y para ello, se apoyó en un árbol y mientras los demás se escondían, ella contaba: "1000, 2, 6, 75, 89, 300..." sin órden contaba, así, como es la locura, y cada uno se escondió como pudo y ella, uno a uno los fue descubriendo.
Piedra Libre!!! Y descubrió a la tristeza detrás de un sauce llorón; a la ingenuidad que se había escondido detrás de una piedra y se había tapado los ojos pensando que asi no la descubrirían... y encontró al miedo en un hueco y al único que no pudo encontrar es al amor, que estaba muy oculto detrás de una hojas. Por más que la locura miraba para todos lados no lo pudo encontrar.
Entonces se acercó La Traición y fiel a su estilo se acercó a La Locura y le susurró al oído: "Está ahí, detrás de las hojas”. La locura miró pero como la locura es medio ciega, la traición le dijo: "Tomá el tridente y pinchá las hojas para que salga!!!, asi lo hizo pero El Amor no salió. El tridente se llenó de gotas de sangre y entonces La Locura sacó las hojas y se dio cuenta que le había pinchado los ojos al Amor.
“Cuanto lo siento hermano, yo no quise hacerte daño. Déjame remediarlo y para compensarte mínimamente lo que te hice, de ahora en adelante seré tu guía”.
Cuenta la leyenda que desde entonces el amor es ciego y la locura lo lleva."

1 comentario

Anónimo -