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La mateada

“Sacate una foto conmigo”

¿Puede un relato simple contarte un puñado de anécdotas? Creo que si, aunque sean las cinco de la mañana de una noche sin dormir y haya optado por el mate y el teclado, renunciando al descanso que al fin y al cabo llegará cuando me rinda.

Ya habrá tiempo para dormir. Me parece que cuando los dedos pican ansiosos por tocar las teclas, no hay que limitarlos, aunque después en la jornada laboral maldiga esas ansias incontenibles de escribir.

Pero estás ahí dando vueltas desde hace mucho tiempo. No me di cuenta pero ya pasaron dos meses (largos, por cierto) desde que te dije que volvería a escribir y sin embargo, falté a mi palabra. No es que me hayan faltado ideas ni cosas para contar… solo que estuve acomodando recuerdos y desempolvando vivencias. También me guardé algunas, como se guarda un vino de selección, para descorcharlo en el momento indicado, en el lugar preciso, con la compañía adecuada.

Confieso que en este par de meses, los dedos inquietos lucharon contra la mesura. No era cosa de sentarse y largar palabras tras palabras sino tener algo para contar. Y ahora es tiempo de contarte una nueva anécdota de mi vieja vida.

Hace más de 21 años en el viaje de egresado de la escuela secundaria, casi sin querer, te acercaste un tanto decidido y reclamaste algo muy simple, que cambió la historia: “sacate una foto conmigo”, desafiaste, sabiendo que era muy probable que te dijera que no, una respuesta que no querías escuchar y que yo no quería dar pero que era probable, porque no éramos amigos.

Nunca te agradecí ese momento pero toda a vida lo tuve presente. Me sacudió hasta las fibras que me desafiaras y exigieras algo tan simple que hasta ese momento había compartido con muchos pero no con vos. Dije que si y nos pusimos de frente al sol y de espalda a ese gran hotel, allá en el sur, cuando se impuso el impulso y me dejé llevar: te abracé al descuido y me animé a darte un beso de amigo, mientras vos estabas quieto y desconfiado, pensado vaya a saber en qué jugada estaría tramando.

Ese fue uno de los momentos más intensos en mi vida, aunque todo este tiempo haya parecido algo insignificante. Si bien marcábamos nuestros lugares como meros conocidos, y nos negábamos a los afectos que deja la amistad, estoy seguro que ambos queríamos trasponer esa barrera que levantamos en base a diferencias poco sólidas y demasiado difusas.

Yo tenía la vida demasiado clara corriendo delante mío y vos eras el ejemplo de lo que yo no quería ser. No preguntes muchos ni te molestes tanto por los pensamientos y los sentimientos de aquella época. Ahí estaban y ahí estábamos, tan distante y tan cercanos.

Yo marcaba mi vida y vos vivías la tuya. Me parece, si es que puedo pensar por vos, que cada uno estaba conforme con lo que tenía, pero añoraba un poco de lo que más detestaba del otro, del que estaba en frente. Y en ese momento, histórico por cierto (para jugar con palabras de la historia), vos estabas frente a mi y yo estaba frente a vos.

Desde entonces, desde ese momento “en que decidí quitarme la foto contigo, tío”, muchas cosas cambiaron. Hasta entonces me ocupaba de marcarte nuestras diferencias para mantenerte alejado, pero moría de ganas de que rompieras el cerco (de que rompieras los moldes y saltaras en cerco, sería la idea correcta). La alegría de entonces aún la tengo presente y fue el disparador para que comience a confiar en vos y a través tuyo, a confiar no sólo en los amigos sino en otras personas que se fueron cruzando.

Un par de veces, confieso, pensé que con vos me había equivocado. Creí que no eras del todo confiable pero cuando entendí que las personas somos falibles, como lo fuiste conmigo quizás menos veces que yo lo fui con otros, comencé a entender que la rigidez no es buena consejera, y mucho menos, cuando uno está enamorado de la vida y disfruta tanto de los pequeños momentos como de los grandes silencios.

Siempre, cada tanto, miro esa foto porque tienen buenos recuerdos y la increíble capacidad de hacerme recordar, dos décadas después, un momento muy especial de nuestras vidas. Quizás vos no sepas ni de qué estoy hablando, pero esta vez, cuando la volví a mirar, me di cuenta que la foto retrata uno de los momentos más importantes que viví en la vida, la bisagra entre el quiero y el creo (o el no me parece, pero me gustaría), el momento en que rompí los moldes y me dejé llevar, apostando a encontrarme con la mejor desmentida a mis ideas sublimes y soltando las estructuras que pensé que eran para siempre y que sin embargo las volví a levantar, con el correr de la vida, lastimando de nuevo, separando de nuevo, alejando de nuevo (pero esta es otra historia).

Las noches templadas como la de anoche son mis mejores noches de inspiración. El sol ya calienta la mañana y los ojos acusan el ardor de la noche en velas, mientras el sabor amargo de un mate ya lavado aún da vueltas en el paladar, y los dedos ansiosos de siguen chocando y repiquetean en un teclado que cuenta sobre la vida, mientras hace música con la historia.

Este relato te lo debía. Estaba guardado; esperaba el momento y anoche salió de pronto, sin pensarlo y sin buscarlo, sabiendo que lo vas a encontrar sin saber y que lo vas a leer un par de veces para -quizás un par de días más tarde- preguntar después como al pasar si de verdad tengo la foto (que si la tengo) y si te la puedo llevar.

Está muy bueno poder comenzar a ubicar las cosas donde deben estar. Pasaron más de veinte años de aquel momento y si bien sabemos que esta amistad camina viento en popa (para usar una frase hecha), es muy agradable para mi saber cuándo comenzó y lo que es más grandioso todavía, tener ese momento registrado.

Hoy te agradezco a vos que hayas dado aquel paso y te cuento, que así como me quedé una noche en vela, ansioso por escribir ese momento, es imprescindible también que sepas que estoy cerca de brindar por aquella foto. De vos depende cuántos escucharán ese descorche. Por ahora, yo soy uno de ellos…

2 comentarios

Feder -

Que sabio que sos, con estas palabras: "Un par de veces, confieso, pensé que con vos me había equivocado. Creí que no eras del todo confiable pero cuando entendí que las personas somos falibles, como lo fuiste conmigo quizás menos veces que yo lo fui con otros, comencé a entender que la rigidez no es buena consejera, y mucho menos, cuando uno está enamorado de la vida y disfruta tanto de los pequeños momentos como de los grandes silencios".

Mis respetos por el escrito y mi admiración por el sentimiento.

Nacho -

NAAAAAAA, loco, quién sos, a quien le escribís!!!!! Esto es genial, todavía tengo la piel erizada y la garganta seca, de la gratamente impactado que estoy con este relato. Siempre leo este sitio y pocas veces comento, pero me impresiona lo simple, lo sencillo, que encierra TANTAS EMOCIONES Y TANTAS VIVENCIAS.
SE TAMBIÉN MI AMIGO, LOCOZO!! AUNQUE SEA SIN FOTOS. GRACIAS POR LA ENTREGA. GRACIAS EN SERIO.