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La mateada

Los sinsabores de cualquier relación: la ruptura

Las relaciones humanas tiene siempre un principio y muchas veces un fin. Es doloroso cortar una relación, pero sucede con tanta frecuencia que nos acostumbramos a ella. No hay un lugar ni hay un momento, pero "se corta" cuando surge la necesidad de hacerlo. Casi todos pasaron por esto. Ningún manual de comportamiento habla sobre cómo sobrellevar la parte menos llevadera de los noviazgos: el quiebre, la ruptura. Acá va una propuesta para que inspecciones tu propia experiencia.

Los he visto en innumerables ocasiones. Rostros de preocupación. Miradas perdidas, más allá del horizonte de cemento, de mar, de campo o de selva. Los he visto a la salida de las estaciones, de los boliches, buscando, en los portales, refugio del sol, del viento o de la lluvia. Los he visto en las escuelas, en las calles, en los trabajos; los he visto por la vida misma; en los bares, los paseos y hasta en los cines. Los vi por donde quiera que haya gente, sea cual fuera el lugar.

Saben que queda poco y sus mentes juveniles (mucho más allá de las edades) repiten frases de novelas (aprendidas en las radios, la TV o los impresos), de las nuevas o de las antiguas, como eco de novelitas rosas que tocan las fibras más sensibles del corazón. Ellas se ensimisman; ellos buscan respuestas a preguntas que nunca han hecho ni harán. No tienen más de treinta años pero eso no importa. Lo que dicen o dejan de decir no se encuentra en ningún manual de comportamiento para sobrellevar citas amorosas, porque estos manuales nunca les han informado sobre la parte menos llevadera de los noviazgos: el quiebre, la ruptura.

Si los he visto, quiere decir que pudo hacerlo. Soy la vida misma o quizás, el amor, o lo que fuera, capaz de poder verlo desde afuera y contarte, querido lector, todo lo que puedo ver.

Los vi, decía, en todo el mundo pero te cuento lo que vi en todo Misiones, en la calles de asfalto de Posadas y en la tierra colorada, en los balnearios o las plazas de los pueblos: podrían haber terminado en un bar. Podrían haberse paseado por las calles contándose lo mucho que se quisieron, lo poco que se toleraron y cómo los sueños de muchacho terminaron en pesadillas que los obligan a romper allí, justo ahí, en un lugar improvisado, cualquiera, que no estaba dentro de los planes ni estaba previsto. Podrían haber roto la relación en cualquier sitio pero rompieron justo ahí, donde estaban en ese momento.

Los días grises

No son pocos. Ellos normalmente se tapan la cara con las manos. Ellas, con la mirada perdida, inspeccionan en su interior. Normalmente guardan silencio. El le toma la mano y la acaricia. Ella sabe que ya es muy tarde, que los senderos del amor suelen malograrse por la maleza que nunca se ataja a tiempo y que crece, abundantemente, en el fértil campo de la incomunicación; aquella alimentada por los mismos manuales y las novelas baratas que leyeron con la esperanza de romper el cascarón.

Y allí se quedan en el día gris ya sea en un día de lluvia o de sol. Por supuesto, nunca he permanecido cerca lo suficiente para ver el epílogo. Sólo se que las escenas del acto son lentas y penosas, y que la masa de gente que corre en los alrededores, cuando el lugar es extremadamente público, no hacen más que aumentar el contrastre entre sus prisas cotidianas y estas rupturas juveniles únicas y duraderas.

Podrían romper con aullidos, reclamos, reproches, peleas, golpes o gritos. Sin embargo, el silencio imperante duele más que cualquier palabra y la lágrima que corre no logra arrastrar semejante angustia.

Repasá en tu mente

Hay tantas historias como rupturas hubo en el mundo, ya sean de relaciones secretas como de relaciones públicas, conocidas o no. Algunas tristes y otras muy divertidas, con una gran variedad de rupturas insulsas. Sin posturas, para no molestar la susceptibilidad de nadie, te cuento, querido lector, algunas de ellas.

Sólo te doy una pauta de las rupturas. El resto es una lectura silenciosa, está en tu mente. Los otros ejemplos los sabés vos de sobra, de tu propia vida. Tomate un minuto y repasalos. Simpre viene bien recordar.

La noche del poema

Ella celebraba su cumpleaños y se estuvo preparando durante todo el día. Había un tema que debía resolver esa noche pero no quería pensar en ello hasta que llegue el momento. Eran jovencitos y las reuniones entre amigos ocupaban gran parte del tiempo libre. Y el amor, ocupaba todo el restro. Los dos se prepararon durante todo el día: ella debía estar espléndida, distendida, relajada; el la quería agasajar. Ella se ocupó todo el día de si misma y no era para menos. El pensó en ella todo el día. Por la noche se vino el caos.

La reunión entre amigos y compañeros de estudio se realizó en un bar: llegaron todos y cuando la cumpleañera entró, su amado salió a su paso con un poema. Ella lo miró, suspiró profundo y como al pasar le dijo que su amor por el "ya fue". Le agradeció el tiempo y la intención y después confirmó ante sus amigos lo que los íntimos ya sabían: retomaba su antiguo noviazgo después de darse cuenta que seguía enamorada de él. El novio (ahora ex) tomó el poema y se marchó, triste, por perder el amor y ser desplazado sin contemplación: la ruptura fue en un bar, frente a todos los amigos en común.

La maldita carta

Es cierto que una carta anónima no puede terminar con una historia de 20 años, pero les pudo asegurar que puede ser la gota que faltaba para que se desencadene la tormenta que se lleve el último resquisio que quedaba del amor. Aunque debo también admitir que en las historias de amor que se rompen siempre hay un corazón que queda con la carga de lo que se termina sin que lo hayamos querido.

Lo cierto es que la relación tenía antecedentes de infidelidad, superados únicamente por el amor, o la costumbre, o vaya a saber qué... Para entonces solo alcanzaba con una carta anónima para que el castillo termine de desmoronarse. Y la carta apareció. Estaba allí, en el cajón de su escritorio, adonde ella fue en busca de unas facturas para pagar. Vio el sobre sin remitente, cerrado, y no aguantó. Tenía que abrirlo. Y lo abrió. No estaba dirigido a nadie, pero era para él, al menos eso creyó ella por algún tiempo, el suficiente como para enrrostrarle los dolores que acumulaba de otros tiempos y echarlo de la casa con la bronca y la impotencia que se siente cuando no se sabe qué hacer. Y se fue...

A los pocos días un desconocido la llamó por teléfono. "Se que está mal con su marido por una carta", dijo... "y usted quien es?"... "estoy en su misma situación, mi esposa encontró una carta entre mis cosas, una carta que yo no sabía que existía..."... "qué, cómo?"... "si, parece que en nuestro lugar de trabajo alguien se dedicó a hacer este tipo de bromas..."

Invitó al desconocido a cotejar las cartas. Eran la misma. Misma letra. Mismo texto. Era una broma. Una maldita broma de un maldito irresponsable.

El no volvió a casa. Ella lo esperé mucho tiempo. Alguien, en algún lugar de esta ciudad, les dió el empujoncito final.

La confusión

Después de 3 años y medio de noviazgo, se separaron cinco días, para vistar cada uno a su familia. El fue a buscarla a la facultad y la acompañó de compras por el centro. Ella de repente dijo: "hay algo que te tengo que decir". El imaginó de qué se trataba. Cuando se sentaron a almorzar ella disparó: "este fin de semana me di cuenta que ya no te extraño cuando no estoy con vos; no se qué pasó". El quiso retrucar: "¿y un "finde" nomás te da para darte cuenta de eso? Si que sos rápida para decidir". Y entonces ella remató: "no se cómo explicarte que ya no siento nada hacia vos". El insistió: "yo te sigo amando, me gustaria seguir pero respeto tu decision". Se levantó y antes de irse, dijo: "si necesitas algo, acá estoy; sabés que te quiero y quiero lo mejor para vos".

Ella contesto: "no puedo creer que te lo tomes así; esperaba otra respuesta. Pero, no vas a confundir las cosas?". El: "obvio que no; sabés que soy de separar cada cosa y tomar todo como es" y se retiró. A la semana se encontraron de casualidad y confundieron las cosas. La confusión duró dos meses más.

El último campamento

Fue triste e incomprensible para los dos. Ella viajó 1200 kilómetros para estar juntos un fin de semana, con la intención de fortificar la relación. Algo pasó pero no lograron conectarse. El se sintió fastidiado en todo momento y ambos se supieron distantes. Salieron de "luna de miel", en carpa. La segunda jornada fue la más complicada y la tensión estalló cuando entró la noche. Intentaron hablar varias veces pero sólo lograban reproches. La tensión fue en aumento y los silencios dolían. Entonces, a pesar de la hora, él decidió poner un punto final. Se levantó, le comunicó que volvía a Posadas porque no tenía sentido seguir juntos, porque no parecía eso lo que ambos necesitaban. Tomó sus cosas, las pocas cosas y salió. Ella primero amagó detenerlo pero lo dejó ir. Lo miró marcharse desde la puerta de una carpa armada con ilusiones. La luna iluminaba el camino y dibujaba una silueta tenue que se esfumó en la noche. Y nunca supieron más uno del otro.

3 comentarios

elvi -

a veces la relacion solo se enfria, aunque no haya necesidad de reproches, aun así es triste, pero se debe dar ese paso. Para iniciar otro ciclo.

morenita -

la verdad me gusto mucho me hiciste reflexionar sobre algo muy doloroso y la mayoria cuando terminamos con una pareja de mucho tiempo le hechamos la culpa a el otro y asi no es gracias.

YO -

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